Todos decimos nada. Todos nada de nada. Todos amontonados mirando el piso. Todos muertos de miedo a dormir solitos. Todos tenemos náuseas de amores cariados. Todos rifamos besos y tragamos sapos. Todos vendemos algo. Todos compramos todo. Todos alguna vez arruinamos todo... Todos comiendo papa, pogo y sanata. Todos amaneciendo con el alma rancia. Todos somos los dueños de nuestras mentiras. Todos nos voltearíamos a nuestras amigas. Todos somos más guapos cuando no hay nadie. Todos con el culito lleno de parches. Todos fregando el suelo de nuestras vidas. Todos pisando mierdas que nos asfixian. Todos sabemos lo que nos merecemos. Todos somos la paja de nuestros sueños. Todos lloramos contra algún inodoro por un amor pifiado que se hizo moco. Todos.



Voces, sólo voces, como ecos; como atroces chistes sin gracia.
Hace mucho tiempo escucho voces y ni una palabra.
Y mis ojos maltratados se refugian en la nada.
y se cansan de ver un montón de caras y ni una mirada.
Una nueva noche fría en el barrio,
los tranzas se llenan los bolsillos.
Las calles son nuestras, aunque el tiempo diga lo contrario.
Y los sueños no soñados, ya se amargan la garganta y se callan.
Y eso, casi siempre (o siempre), les encanta.
Van quedando pocas sonrisas, prisioneros de esta cárcel de tiza.
Se apagó el sentido, se encendió un silencio de misa.
Menos horas en la vida, más respuestas a una causa perdida:
de porqué los sentimientos, vuelven con el día.
Solo, como un pájaro que vuela en la noche
(libre de vos...pero no de mí)
Vacío, como el sueño de una gorra. Lleno de nada, sin saber donde ir.
Duro como un muerto en su tumba que murió de miedo, por el valor de vivir.
Las nubes no son de algodones y las depresiones son maldiciones.
Te va distrayendo, te enrosca, te lleva y te come.
Te lastima y no perdona y en algún lugar te roba la cara,
la sonrisa, la esperanza, la fé en las personas.

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